Si nos ponemos literales, el progreso se refiere a la evolución positiva hacia un objetivo o meta determinada. Este concepto puede aplicarse en diversos contextos, desde el desarrollo personal, economía, hasta los avances en ciencia y tecnología, o bienestar social.
En el contexto de la Modernidad, la cual se asienta ideológicamente sobre el progreso, a menudo se asume la noción de uno infinito, donde el crecimiento económico y la acumulación de capital pueden (y deben) continuar indefinidamente. Sin embargo, este concepto puede ser problemático y hasta considerado imposible por algunos. Las limitaciones de los recursos naturales, las crecientes desigualdades sociales y los impactos ambientales negativos son factores que ponen en duda la sostenibilidad de estas ideas.
Todo progresa en la naturaleza, pero este progreso nunca es infinito. Lo que existe tiene un comienzo y un fin. Las estrellas, las galaxias, algunos creen que hasta el Universo. En la biología es incluso más fácil notarlo. Los seres vivos no crecen para siempre. Se desarrollan, tienen su plenitud, luego su decaimiento y eventualmente su muerte. Algunos dirán que lo “infinito” en estos casos es el hecho de mantener la especie, los genes, o “la vida”, pero lo cierto es que las especies también se extinguen eventualmente, ya sea por circunstancias locales, o planetarias. La Tierra tampoco escapará, y en algún momento se volverá inhabitable cuando nuestra estrella colapse, si es que no sucede un evento cataclísmico antes de otra naturaleza.
Visto esto, surgen dos interrogantes. ¿Por qué llegamos al actual estado de cosas, y cómo salimos del mismo? Es llamativo cómo la gente se deja engañar hace tanto tiempo con esta idea del “progreso”, o, al menos, no la cuestiona. ¿Es porque todo el mundo la acepta y cuestionarla es tedioso, quizás improductivo? ¿Es por la continua propaganda falaz que propicia el hedonismo, el consumo y el éxito material como el sumun de la vida feliz? ¿Es una mezcla de muchos factores? Cada día la gente siente más profundamente el vacío existencial de un mundo que se rige por estas ideas homocentristas que pretenden encumbrar lo mundano y olvidar lo divino. Enseñan a tener fe en la ciencia y negarla a Dios. Hay una concentración en la salud mental, dejando de lado la espiritual, y una exacerbación del cuerpo, pero ya no como un templo del alma o del espíritu, sino como un instrumento para usarlo libidinosamente o como aumento de autoestima. Todo esto, produce un desequilibrio creciente, que a veces termina en violencia y en extremismos, tanto políticos como religiosos.
Ahora bien, no interesa tanto buscar culpables, que los hay tanto en liderazgos, pero también en quienes eligen esos liderazgos y los sostienen y no los cuestionan o, peor, defienden. Lo realmente importante, es encontrar una salida. Ese sería el segundo interrogante. ¿Cómo salimos de acá? ¿Hay siquiera una luz al final o estamos “condenados”? Tenemos que partir entonces de lo que sabemos, para tratar de idear, aunque sea de una manera tosca, primaria y fundamental, un camino que nos guíe a un destino concreto. Tenemos que fijar una meta.
Tampoco podemos engañarnos con agendas globales creadas supuestamente para sanear estos tipos de problemas, las cuales están promocionadas e impulsadas por la elite financiera, como lo es la Agenda 2030. Estas, disfrazadas de un buenismo empalagoso y superficial, solo promueven bajar el consumo de alimentos y la reproducción humana a cualquier costo, pero no resuelven los problemas de fondo. Y no quieren hacerlo, porque ellos, quienes forman la elite que logró su posición privilegiada, no saldrían beneficiados si el actual orden cambiara, algo bastante obvio. ¿Tiene sentido entonces que no quieran un cambio real, sino buscar perpetuarse en la cima de la pirámide? Casi es el comportamiento lógico de cualquier instancia del poder, así como lo es en una empresa producir ganancias, porque para eso se crea, o un banco acumular capital. El poder no funciona distinto. Todo se crea para un fin específico, y no están exentos de esto las instituciones públicas ni privadas. Si bien no es irrelevante a gran escala si son moralmente y éticamente buenos o no (no lo son), lo que urge es encontrar una alternativa y no tenemos tiempo para conspiraciones, tanto las inventadas como las reales. Pero al menos la Agenda 2030 sí que nos da una pista más para resolver todo esto: nos dice básicamente por dónde NO hay que ir.
La segregación, racial, de sexos, de inmigrantes y otras, crece por muchas razones, pero la principal es porque los recursos escasean, cada día más. ¿Cómo es posible que en un mundo donde actualmente, haya gente con hambre y en la miseria, si el alimento que se produce sobra para alimentar a 8 billones de seres humanos? Esto es por el consumismo. Consumimos más de lo que el planeta puede producir en un tiempo determinado. El problema es que, en el capitalismo, se produce para generar ganancias, y esas ganancias se generan si lo que se produce es consumido por el que más ofrece, oferta y demanda. ¿Van percibiendo la lógica irresoluble? En el capitalismo, los recursos finitos son un problema. En la izquierda, el comunismo y sus variantes, tenemos el problema inverso, en el que básicamente sus promotores no entienden, no quieren entender, o simplemente son deshonestos intelectualmente, al no comprender que la gente produce para ganar algo a cambio, no por el mero hecho de “colaborar” con la sociedad. El panadero hace pan no para alimentar a otras familias, sino a la propia, y a su vez, generar ganancias. Por un lado, el capitalismo y el comercio fueron el motor incuestionable en la Historia que permitieron el avance que alcanzamos hasta el día de hoy. Por el otro, los sistemas comunistas siempre fracasaron, y esto es así porque van contra la propia naturaleza humana, y piensan al hombre como un mero engranaje social. Resumiendo, tenemos que el capitalismo nos trajo al problema actual, pero fue el responsable de muchos avances positivos anteriores, y que su opción actual, su contrapartida, es incluso peor. Entonces ya no podemos confiar en estas dos ideologías.
Primero, debemos terminar con la influencia que nos dictamina o nos impulsa al consumo desmedido, el marketing y la propaganda para tener lujos innecesarios e inútiles. No solo perjudican a los individuos sino a los a la sociedad toda, malgastando recursos y tiempo, generando un apego insano a lo material y un vacío existencial. Debemos proveernos de lo que necesitamos, y desligarnos de lo demás. Y no por eso regalar nuestro trabajo. Por ejemplo, una persona pudiente, que aplique este minimalismo, dejaría de consumir, pero no perdería el dinero o bienes que consiguió honestamente, y lo podría ahorrar para otras cosas, que también son necesarias, pero quizás más inaccesibles. No es que alguien tenga que entregar sus riquezas o su propiedad, puede venderlas y hacer uso de ellas y de su dinero como le plazca. Pero es imperativo dejar lujos y consumismo superfluos, así como productos con obsolescencia programada. Ahora bien, tampoco podemos permitir que terminemos encerrados en un cuarto de 20 metros cuadrados, con unos visores de realidad virtual, esclavos de nuestros empleadores, o mucho peor, de nosotros mismos, en un círculo de auto explotación interminable e insatisfactoria. No se puede seguir con el vicio del lujo desmedido y su inagotable búsqueda, pero tampoco caer en la trampa de algún tipo de esclavitud tecnológica distópica. Otra vez, tenemos que mirar hacia nosotros mismos. Sabemos que ambos extremos están mal, porque conocemos o al menos percibimos, de manera directa o indirecta, cabalmente o intuitivamente, lo que está bien y lo que está mal.
Como seres humanos, necesitamos luz solar, recreación, educación, comida, abrigo, techo, y un ambiente sano que nos permita el desarrollo de una familia. Y tenemos que trasladar esto primero a iniciativas individuales, y luego, a organizaciones colectivas, privadas y públicas. Eso es un tema tan extenso que lo trataré de manera particular en el futuro, que se podría resumir en buscar la autosuficiencia energética y alimentaria, a su vez aislándose de las sociedades en proceso de colapso, en la mayor medida posible. Lo importante es, entonces, empezar a acercarse al sentido común, prever, prevenir, y actuar en consecuencia a las circunstancias locales. Los eventos se aceleran y debemos estar preparados lo mejor posible, porque el progreso no es infinito, y pronto lo aprenderá la sociedad global.